INTRODUCCIÓN
La producción de tomate (Solanum lycopersicum) a nivel mundial ha experimentado en las últimas décadas un incremento constante, ya que el tomate es una de las hortalizas más consumidas a lo largo de todo el año. De hecho, el tomate ocupa el primer puesto en volumen de producción de hortalizas, alcanzándose una producción mundial de algo más de 170 millones de toneladas en el año 2017, última fecha de la que se tienen los datos según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (www.fao.org/faostat/). Tal es la importancia de esta hortaliza que su valor mundial se acercó en ese mismo año a los 100.000 millones de euros. Este aumento en producción ha sido debido en gran medida a una gran inversión en la mejora de la tecnología y obtención de variedades que presentan mayor rendimiento por hectárea.
Sin embargo, aunque actualmente existen variedades muy mejoradas que presentan altos rendimientos y están muy bien adaptadas a cada mercado, las condiciones actuales de cultivo favorecen en gran medida la aparición de numerosas plagas y enfermedades. Un claro ejemplo es la intensificación del cultivo bajo invernadero que se puede llegar a prolongar durante casi todo el año. Tal es así, que las las óptimas condiciones climáticas que se dan en los invernaderos, el monocultivo o el intercambio de material vegetal entre distintos países, son entre otras, las principales causas de la aparición, desarrollo y aumento en incidencia de enfermedades víricas y establecimiento de sus vectores transmisores.
Con todo ello, se sabe que en la actualidad el tomate puede verse afectado de forma común y frecuente por más de 15 virus (Olvido et al., 2013), como el tobamovirus del tomate (ToBRFV) (Lea el artículo "Virus rugoso del tomate, tobamovirus ToBRFV. Nueva amenaza"), que causan graves pérdidas económicas. De todos ellos, destacaremos a continuación tres de los más importantes por severidad en los síntomas, frecuencia de aparición, daños provocados y pérdidas económicas ocasionadas.
EL VIRUS DEL BRONCEADO DEL TOMATE, DE LA MARCHITEZ MANCHADA DEL TOMATE O PESTE NEGRA (TSWV o tomato spotted wilt virus)
El TSWV es una de las virosis más dañinas de tomate debido a su amplia distribución, fácil y rápida transmisión y graves daños producidos sobre las plantas.
Este virus pertenece al género Tospovirus, familia Bunyaviridae. Es un virus ARN con forma casi esférica estando rodeado por una envuelta lipídica. Su variabilidad genética le confiere una gran capacidad para superar la resistencia concebida a las plantas con la finalidad de controlarlo, así como una alta capacidad para adaptarse a condiciones cambiantes (Tentchev et al., 2011).
La enfermedad provocada por TSWV fue identificada por primera vez en al año 1906 en Australia (Sakimura, 1962), y fue descrita de forma detallada en 1915 (Brittlebank, 1919). En Europa se observó por primera vez en el Reino Unido en el año 1931, y se extendió rápidamente a partir de 1987 por numerosos países europeos (Roselló et al., 1996). Hoy en día, se puede considerar que la distribución del virus es mundial, encontrándose preferentemente en áreas de clima tropical, subtropical y templado, aunque ha sido descrito en países como Suecia (Figura 1).
El síntoma más característico de la infección es la aparición de lesiones necróticas de color bronce sobre las hojascg, de ahí su nombre de “bronceado” en España o “peste negra” en países de América del Sur (Figura 2). Inicialmente aparecen frecuentemente anillos cloróticos que necrosan con el tiempo. Además, se observa un arabesco de dibujos geométricos característicos formado por líneas de color claro. Los frutos pierden su valor comercial al presentar moteado claro en forma de anillos concéntricos con aparición de abullonado (Figura 3).
La transmisión del virus es a través de nueve especies de trips (su vector), siendo Frankliniella occidentalis la más eficaz. De hecho, la nueva aparición de focos de la enfermedad por todo el mundo hace unas décadas se debió a la rápida expansión de este vector (Figura 4).
El virus es adquirido por la larva en tan solo 5 minutos, y la transmisión la lleva a cabo el adulto por picadura a plantas sanas. Los adultos son sólo virulentos cuando adquieren el virus en estado larvario y pueden transmitir la enfermedad a lo largo de toda su vida (30-40 días).
Para la detección de la enfermedad la técnica que actualmente más se usa es la DAS-ELISA (Double antibody sandwich Enzime-Linked Immuno Sorbent Assay), ya que presenta alta fiabilidad, sensibilidad y especificidad (Wu et al., 2009). En ella se detecta una proteína de la cápside del virus mediante anticuerpos unidos a una enzima. Además, el diagnóstico se puede llevar a cabo mediante otras técnicas de laboratorio como la hibridación molecular, RT-PCR y RT-qPCR.
Actualmente no existe ninguna medida de control totalmente efectiva de la enfermedad, ya que el virus presenta un gran rango de plantas hospedadoras, y la transmisión mediante los trips es muy rápida y eficaz. Por este motivo, el control se basa en medidas preventivas que eviten o reduzcan la propagación del virus como pueden ser la completa eliminación del material vegetal infectado, control de posibles plantas hospedadoras (malas hierbas), control del material vegetal transportado, y por supuesto control del vector. Respecto al control del vector cabe destacar que el uso únicamente de insecticidas es poco eficaz, por lo que hay que combinar esta práctica con otras como uso de barreras que impidan la entrada del insecto al invernadero, uso de trampas pegajosas, etc. Sin embargo, actualmente cada vez más se está haciendo mayor hincapié en el control biológico mediante depredadores de los trips. En muchas zonas europeas ya se emplean de forma frecuente los antocóridos del género Orius y míridos como Dicyphus tamaninii o Macrolophus caliginosus (Bosco et al., 2008).
Por último, mencionar que se está llevando a cabo un gran esfuerzo en el desarrollo de plantas resistentes frente a la enfermedad, aunque sólo se han encontrado hasta el momento plantas de tomate resistentes a un número muy limitado de aislados del virus (Debreczeni, 2015).
Redacción Infoagro
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