ESPAÑA 30/07/2004
Para noviembre próximo está previsto que el Ministerio de Minas y Energía anuncie las normas que regularán este sector y autorice agregar hasta dos por ciento de diesel de origen vegetal al diesel mineral, derivado del petróleo.
Según el plan, el biodiesel alimentará motores estacionarios, generadores de electricidad y abastecerá flotas de vehículos públicos y autobuses urbanos.
Mientras está lista la legislación que unificará iniciativas sueltas, ya hay en marcha varios proyectos de empresas que buscan oportunidades en un mercado que consume anualmente unos 226 millones de barriles de diesel, un tercio importado.
Tras años de estancamiento, el programa ha sido rescatado en un esfuerzo por ''diversificar la matriz energética brasileña'', dentro de una política de ''inclusión social'' de miles de familias pobres del campo brasileño, según el Ministerio de Minas y Energía.
El programa involucra a la industria automotor, de combustibles, universidades, laboratorios, bancos y gremios de agricultores, cooperativas, empresas y dos docenas de entidades oficiales.
El biodiesel produce un 46 por ciento menos de dióxido de carbono, no es agresivo al medio ambiente y generará una cadena de nuevos negocios, tecnologías y productos.
También dará un impulso adicional a la agricultura, según la estatal Empresa Brasileña de Pesquisas Agropecuarias (Embrapa), uno de los ejes del programa nacional.
El principal cultivo con este fin es el tártago, una rústica planta que se aclimata en cualquier pedazo de tierra, especialmente en el seco nordeste del país.
La firma Brasil Ecodiesel ya inauguró un proyecto de ''asociación pública y privada de inclusión social'', en el estado de Piauí (nordeste), donde está invirtiendo unos 26 millones de dólares.
En un área de 18.000 hectáreas han sido asentadas 560 familias pobres para cultivar tártago. Se prevé cubrir 200.000 hectáreas en el mediano plazo en un ambicioso proyecto agrario.
Pero Embrapa ha conseguido mejores resultados con el dendé, un aceite de palma muy apreciado en la culinaria tradicional brasileña y usado en procesos industriales.
''El dendé es la semilla más promisoria, produce hasta 5.000 litros por hectárea de un aceite de óptima capacidad como combustible'', explicó Elías de Freitas, uno de los coordinadores científicos de Embrapa.
''Nuestra orientación es que este programa sea un instrumento de generación de empleo y renta'', agregó.
El dendé y el tártago generan mucha mano de obra, al contrario de cultivos mecanizados de soja y girasol, también probados para biodiesel pero que sólo producen entre 500 y 800 litros de aceite por hectárea, destacó.
Embrapa ha desarrollado una ''minirefinería'' capaz de quebrar las moléculas del aceite de dendé y producir 250 litros por día de biodiesel.
Esta tecnología ayudaría a generar electricidad en pequeñas aldeas del interior de la Amazonía, donde el 26 por ciento de los habitantes carece de electricidad.
Según algunos análisis, el gran problema es el mayor costo de producción del biodiesel en comparación con el diesel mineral.
Para sus promotores, las ventajas sociales y ambientales justifican la sustitución. Además, la producción del biocombustible en las propias zonas de consumo ahorraría costos de transporte.
En el estado de Acre, en el remoto occidente de Brasil, la empresa local Hedosa ya ha construido su propia refinería de aceites de ''oleaginosas tropicales'' y ha puesto a andar sus propios vehículos con biodisel de ''buriti'', un fruto típico de la zona.
En el estado de Sao Paulo, el más poblado e industrializado del país, los ensayos apuntan a fabricar biodiesel a partir del aceite resultante de las frituras en comedores industriales, universitarios y redes de restaurantes de comida rápida.
El uso de estos aceites reciclados es visto por Embrapa más bien como un esfuerzo de conciencia ambiental, que no se compara al potencial de millones de hectáreas de dendé o tártago.