ESPAÑA 01/09/2005
Aseguran los próximos al poder que la cuota femenina tuvo la culpa de separar de la alfombra roja de Atocha a Moraleda, quien en la oposición aconsejaba al ahora presidente sobre materias de agricultura y ganadería. Se puede pensar que fue más prudente probar con un cargo de tercer nivel como el de secretario del ministerio, garantizándole al aludido de paso el control efectivo del ministerio, y colocando a una ministra desconocedora de la materia y sin muchas pretensiones iniciales de hacer carrera. El acierto o no de apostar por una persona tan significada en el mundo agrario desde su puesto de secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores, organización por cierto minoritaria en el sector, es otra cuestión que merece reflexión a parte.
Después de casi año y medio de gobierno, hay que reconocer que la presencia de Moraleda en el ministerio de Agricultura ha sido buena en el Gobierno, ha sido buena para el PSOE y ha sido buena por tanto para Rodríguez Zapatero, e incluso me atrevo a decir que ha sido clave en algún acontecimiento político de primera envergadura acaecido en los últimos meses en España. No es difícil argumentar que el triunfo electoral del PSOE en Galicia, sustentado en un puñado de votos, no habría sido posible sin que previamente Moraleda hubiera diseñado un “plan lácteo” pensado para distribuir cuota a bajo precio a las pequeñas, que son miles, ganaderías lecheras gallegas, aunque el efecto colateral sea arruinar a medio plazo a los ganaderos profesionales del resto de España. El mencionado plan lácteo, presentado en precampaña electoral en Galicia, fue todo un misil en la línea de flotación del PP gallego, que creía tener seguros los votos de los hombres y mujeres del campo, y al cual no supieron o pudieron reaccionar.
Pero además del éxito en las elecciones gallegas, Moraleda puede exhibir otros no meros meritorios en su carta de presentación. Así, ha conseguido ganarse el apoyo de las organizaciones agrarias Coag, por supuesto de Upa, de la Unión de Cooperativas, y hasta de importantes federaciones relacionadas con el sector agropecuaria integradas en la CEOE, consiguiendo en la práctica unanimidad de apoyos en todos los campos a excepción de la crítica contractiva y profesional llevada a cabo por ASAJA, única organización que no se ha dejado doblegar. Los métodos utilizados para conseguir esta unanimidad serán motivo de análisis más detallado cuando toque, pero adelanto que tienen mucho que ver con las prebendas que reciben quienes se arriman al poder y son complacientes.
Sólo Moraleda podría conseguir que, quitando dinero a los agricultores mediante la aplicación del artículo 69 del Reglamento de la reforma de la PAC, no le arreciaran las críticas del sector, a excepción de las de ASAJA. Moraleda ha desplegado toda la artillería para mermar el desgaste al gobierno por la subida del gasóleo agrícola, y una vez más ha contentado a todos, menos a ASAJA, con unas ayudas de limosna que son mucho menos de lo que se ha recaudado a mayores en impuestos por la subida del carburante. Moraleda ha cambiado la Ley de Arrendamientos Rústicos sin dar tregua a un Partido Popular que se ha quedado desmembrado en materia de agricultura y ganadería sin una voz autorizada que lo represente.
Y para no seguir con un rosario de éxitos políticos, apuntar uno último: cubrir las espaldas a la ministra. Esto no es mérito de Moraleda, pero puede atribuírselo. Lo significado que ya era Fernando Moraleda en el mundo agrario, sumado al poco carisma y conocimiento del sector de Elena Espinosa, hace que todas las críticas –las de los pocos que criticamos– vayan sobre el secretario general y no sobre la ministra, algo que un partido político, y más un gobierno, siempre agradece, pues el desgaste no tiene ni punto de comparación. En esto de las críticas, Moraleda ha tenido desde el primer día la categoría de ministro del reino de España.
Moraleda se ha ganado la mejor consideración de Rodríguez Zapatero, y es de suponer que en mente le tenga para ocupar mayores responsabilidades de gobierno en un futuro. Lo malo es que la política de Moraleda, que tanto rédito está dando al PSOE, es una política nefasta para el sector agrario español, de la que los grandes damnificados son los hombres y mujeres del campo. Esta política pensada para ganar votos a cuenta de lo que sea va a restar competitividad al sector primario español, y lejos de acabar con los males de nuestra agricultura, prolongará la agonía de explotaciones inviables que subsisten por falta de otras alternativas y por la austeridad y sacrificio de las gentes del campo. La apuesta de Moraleda no es por una agricultura próspera y con futuro que podría alejarse de la doctrina del PSOE, es por una agricultura lo más dependiente posible del Estado, minifundista y estancada, alejada del modelo de empresa, para propiciar que vaya desapareciendo con la generación actual de agricultores y ganaderos.