ESPAÑA 30/11/2010
La Junta de Andalucía ha detectado un fraude en el etiquetado de algunos lotes de aceite de oliva virgen extra.
Se recomienda al consumidor que desconfíe de ofertas agresivas en las que a veces se utiliza el aceite como producto reclamo. El aceite de oliva virgen extra es el de mayor calidad y, por tanto, es el más caro.
A pesar de que el aceite es alimento básico en nuestra dieta, son muchas las personas que aseguran no saber la diferencia que existe entre un aceite de oliva virgen extra, de un aceite de oliva virgen o un aceite de oliva, a secas.
Asaja ofrece esta información al consumidor para que elijan con criterio a la hora de comprar.
Nadie da duros a pesetas. Este dicho popular viene a medida para definir lo que ocurre en algunas ocasiones con la venta de aceite de oliva y que ha salido a la palestra después de que Consumo de la Junta de Andalucía haya detectado, tras un muestreo en varios establecimientos, que producto etiquetado como aceite de oliva virgen extra, el más caro, no lo era y, en algunos casos, ni siquiera era virgen.
El aceite de oliva es alimento base de nuestra dieta y sin embargo sigue siendo un gran desconocido. De hecho, son muchas las personas que aseguran no saber la diferencia que existe entre un aceite de oliva virgen extra, un aceite de oliva virgen y un aceite de oliva sin más.
Según explica Baldomero Bellido, técnico de olivar, el aceite de mayor calidad es el virgen extra, que se obtiene directamente de la aceituna y sólo mediante procedimientos mecánicos. Es zumo de aceituna. Presenta muy buen aroma y sabor y una acidez inferior a 0,8 grados. En la etiqueta sólo figura “aceite de oliva virgen extra”.
Le sigue en calidad el aceite de oliva virgen que, al igual que el extra, se obtiene directamente de la aceituna y sólo mediante procedimientos mecánicos. También es zumo de aceituna y se diferencia del extra en que puede tener algún pequeño defecto organoléptico (que el consumidor no llega a apreciar y sólo se descubre en catas especializadas). Tiene una acidez por debajo de 2 grados. En la etiqueta aparece “aceite de oliva virgen”.
El tercero de los aceites virgen es el denominado lampante (antiguamente se usaba para encender lámparas de aceite), aunque no llega al consumo con ese nombre. Es un aceite que debido a alguna causa, como enfermedad, plaga, condición climática desfavorable, excesiva maduración o recolección del suelo, presenta un elevado grado de acidez (superior a 2 grados) y un sabor u olor defectuoso, por lo que debe pasar por un proceso de refinación química para corregir estos defectos. Este tipo no se consume directamente, ya que se mezcla con aceite de oliva virgen o virgen extra.
El aceite de oliva, a secas, es el que resulta de mezclar el aceite lampante refinado, que conserva la estructura química básica del aceite de oliva pero sin olor ni sabor, con una cierta cantidad de aceite de oliva virgen o virgen extra, que le ese aportan aroma y sabor. En la etiqueta indica “aceite de oliva. Contiene exclusivamente aceites de oliva refinados y aceites de oliva vírgenes”.
En algunos establecimientos, este tipo de aceites vienen seguidos de las palabras “suave” o “intenso”. “Dichos atributos, indica Bellido, no se podrían indicar en el etiquetado, pero los envasadores argumentan que estos calificativos tan sólo hacen referencia al color y que, al no estar regulado en la norma, sí pueden indicarlo”.
Otra categoría es el aceite de orujo de oliva. El orujo es el subproducto sólido o pasta que se obtiene en el proceso de elaboración del aceite de oliva virgen durante el prensado o el centrifugado. Es el residuo y debe someterse a un proceso de refinado y además ha de mezclarse con aceite de oliva virgen o virgen extra. Es el de inferior calidad.
Hay dejar claro que todos son aptos para su consumo. Por eso, cuando la Junta de Andalucía habla de fraude, hay que aclarar que se trata de un fraude económico y una estafa al consumidor, pero sin riesgos para la salud. “En algunos supermercados se ofrecen aceites tan baratos que no pueden contener virgen extra a no ser que se haga ventas a pérdidas, una práctica prohibida. Hay ofertas en las que el litro del virgen extra cuesta dos euros o menos, algo que levanta sospechas pues es casi lo mismo que se paga al olivarero por su producto a granel, sin afrontar los costes de envasado, etiquetado y distribución”, advierte Bellido.