ESPAÑA 18/03/2010
José Antonio Turrado, secretario general de ASAJA de Castilla y León
Estoy seguro que si, de vez en cuando en nuestra actividad profesional o en la vida privada, no nos quedamos solos defendiendo una idea, un proyecto o un planteamiento, sencillamente es que no lo tenemos y que nos apuntamos a la corriente de opinión que se lleve en el momento o a lo políticamente correcto. En ASAJA de Castilla y León somos muy dados, afortunadamente, a remar muchas veces a contracorriente, sin importarnos las ventajas que tienen quienes renuncian a la coherencia y a veces a la dignidad a favor de pragmatismo. Esto viene a cuento de los movimientos empresariales que poco a poco están sustituyendo el capital español por capital extranjero, y en concreto francés, en nuestras empresas agroalimentarias. La defensa política, apoyada por las fuerzas socioeconómicas, que en su día se hizo en Castilla y León de la españolidad del sector agroalimentario, y el esfuerzo por impulsar un capital de procedencia y control regional, hoy han quedado en el olvido. En pocos años parece que nuestros políticos se han visto presos de la globalización y que en nombre de ella todo vale y todo debe de permitirse.
En Castilla y León hubo hace unos años un movimiento social y político unánime para evitar que el negocio del azúcar cayese en manos foráneas. En pocos años, los mismos que defendían en tribuna parlamentaria un accionariado incluso local en las empresas del azúcar, defendían como la mejor opción de las posibles que el negocio se lo llevasen los ingleses. Quienes se sentían orgullosos de tener participación regional en la principal industria agroalimentaria española, Ebro Puleva, han apoyado la venta de las participaciones en poder de las cajas de ahorro de la región con el único objetivo de “hacer caja”. En medio de una crisis sin precedentes en el sector lácteo, con caída continuada de precios por la presión que crea en el mercado la importación de leche francesa, se pasa por delante de nuestras narices la venta de Forlasa a la francesa Lactalis y, unas semanas después, la venta a la misma empresa de la marca y las fábricas de Puleva. Quizás sea comprensible que un empresario venda al mejor postor, pero no parece tan comprensible en el caso de Ebro Puleva donde parte del empresariado es el propio Estado y son las cajas de ahorro de Castilla y León. Con la venta de Puleva a Lactalis se perdió una oportunidad, quizás la última oportunidad, de conformar un gran grupo lácteo nacional con capacidad de hacer frente a la gran distribución y poner en valor la producción de leche española.
El sector agrario se ha quedado solo defendiendo la necesidad de un capital local que represente lo nuestro y luche por que tengamos un hueco en el mercado. Ya nadie se preocupa de si las decisiones empresariales se toman en Valladolid, en Madrid o en Londres. A nadie le preocupa de dónde vienen las materias primas y como mucho se mantiene la preocupación respecto al mantenimiento de los puestos de trabajo, como si lo que está ocurriendo fuera ajeno a una segunda fase en la que se producirá la deslocalización fabril y nos llegarán los productos ya envasados del país de procedencia del capital que gestiona la marca.
Si quitamos alguna excepción, el sector agroalimentario español, y por extensión el de Castilla y León, está en manos foráneas y las decisiones se toman sin tener en cuenta nuestros intereses y sin tener en cuenta al sector primario. Lo que no se controla desde fuera se encuentra excesivamente atomizado en manos de cientos de pequeñas y medianas empresas familiares incapaces de tener una estrategia propia, por lo que se suman al rebufo de las grandes y mendigan un contrato con la distribución para poder vender sin importar en qué condiciones. En definitiva, que lo que tenía valor estratégico ya se lo han quedado otros, con más visión de futuro que nuestros políticos y nuestros empresarios. El resto del negocio, el que no tiene capacidad para influir en el mercado ni marcar estrategias de futuro, es el que queda en manos de los empresarios locales con un futuro posiblemente bastante ligado al nuestro.