El 5 de diciembre se celebra en todo el mundo el Día Mundial del Suelo, una efeméride poco conocida y que guarda sin embargo una gran importancia para los sistemas agroalimentarios de todo el planeta. Cuidar los suelos es uno de los mayores retos a los que deberá enfrentarse la humanidad en las próximas décadas, y los agricultores se debaten entre las dudas que suscita esta cuestión y las certezas que ya se van constando sobre qué prácticas son más recomendables y cuáles deben evitarse.
La Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos está coordinando el Grupo Operativo Mosoex, que tiene como objetivo analizar e identificar las mejores prácticas para mejorar el estado de los suelos agrícolas, entre las que destaca la agricultura de conservación.
“Está demostrado que la supresión del laboreo, el mantenimiento de una cubierta vegetal y la rotación de cultivos son algunas de las técnicas más efectivas para incrementar el contenido de materia orgánica de los suelos agrícolas”, aseguran desde UPA, que está colaborando en el proyecto Mosoex con la Asociación Española de Agricultura de Conservación Suelos Vivos (AEAC-SV), la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Instituto Navarro de Tecnología e Infraestructuras Agroalimentarias (INTIA) y la empresa Solid Forest.
Una agricultura para proteger nuestros suelos
“El Día Mundial del Suelo es una buena ocasión para recordar a la sociedad la importancia de cuidar el lugar en el que todos vivimos y gracias al cual nos alimentamos. Sin embargo, los agricultores tratamos de cuidar el suelo todos los días apostando por técnicas como la agricultura de conservación”, han declarado.
El máximo exponente de la agricultura de conservación en cultivos anuales es la siembra directa, que se practica sobre todo en cebada y trigo, guisante, veza y girasol. Por su parte, en cultivos leñosos, la cubierta vegetal del suelo es la práctica más representativa, especialmente implantada en los cultivos de olivar, cítricos y almendros.
Se ha demostrado que con los sistemas de agricultura de conservación se reduce la erosión del suelo, siendo ésta de más del 90% en el caso de la siembra directa. También se han demostrado incrementos en el contenido de materia orgánica cercanos al 40%, tras 20 años de práctica de siembra directa.
Además, estas prácticas favorecen la biodiversidad y reducen las emisiones de gases de efecto invernadero (hasta un 12% en cultivos de trigo, un 26,3% en cultivos de girasol y un 18,4% en cultivos de leguminosas), al tiempo que son más rentables para el agricultor, pues el gasto en combustible también es menor.
Desde el Grupo Operativo Mosoex han señalado que el reto de proteger nuestros suelos debe abordarse “desde la innovación tecnológica y el apoyo de la ciencia”, y hacerse viable con apoyos públicos que hagan accesibles estas alternativas tecnológicas para todos los agricultores. “La nueva PAC tiene una oportunidad de oro para destinar más ayudas a los productores que apuesten firmemente por proteger sus suelos”, han concluido.