Mañana miércoles, 1 de febrero, se inicia en Rabat el encuentro de alto nivel entre España y Marruecos, que contará con la presencia de los jefes de gobierno de ambos países, Pedro Sánchez y Aziz Ajanuch. Ajanuch es un viejo conocido del sector agrario español por haber sido ministro de agricultura marroquí durante 14 años. Un ministro multimillonario que propició durante todo su mandato el aumento del comercio hortofrutícola para grandes empresas marroquíes y europeas, con el beneplácito y connivencia de las instituciones europeas y españolas, y en detrimento de la rentabilidad de las personas del sector.
Poco sabremos los agricultores de lo que allí se trate. Estas cumbres se celebran sin la participación y conocimiento del sector. Y por supuesto, muy al margen de nuestros intereses. Nos acabamos enterando de lo que acuerdan a nuestras espaldas cuando recibimos la insuficiente liquidación de nuestras producciones y vemos pasar los camiones de Marruecos por los puertos y carreteras españolas cargados de hortalizas y frutas, de los empresarios que se han ido a producir allí y revientan nuestros mercados con precios artificialmente bajos.
Sin embargo, los agricultores de uno y otro lado del estrecho estaremos presentes en la cumbre. Pero, como siempre, no para ser protegidos o favorecidos, sino para ser utilizados como moneda de cambio en temas como la inmigración, la seguridad o cuestiones geoestratégicas y de derechos humanos, como es el caso del Sáhara Occidental. Pero también para ponernos al pie de los caballos frente a otros intereses, los de las grandes empresas ya sean del sector agrario o de otros sectores.
Porque seguro que en la cumbre se habla de frutas y hortalizas, pero no de quién las produce. No se hablará de las dificultades de rentabilidad que afrontamos los productores y productoras españoles por el aluvión continuo de importaciones a bajo precio desde Marruecos y sin cumplir nuestras condiciones de producción. Tampoco se hablará de las personas del Sáhara Occidental que ven cómo sus tierras son utilizadas para cultivar productos que acaban en el nuestros mercados etiquetados como marroquís, confundiendo y engañando al consumidor europeo.
Por ejemplo, la entrada de tomate de Marruecos en la Unión Europea ha pasado de las 356.332 tn en la campaña 2011/12 a las 523.757 tn en la 2021/22, record absoluto y ya sin incluir al Reino Unido, es decir, casi un 50% más. El mercado de la UE no es un pozo sin fondo que lo absorbe todo. El consumo de tomate fresco está estancado y las previsiones de la Comisión Europea a 10 años muestran un declive en el mismo de un 4%. Además, la salida de Reino Unido no se ha tenido en cuenta y el mercado es aún más estrecho. Esto provoca una saturación del mercado europeo que afecta directamente a la rentabilidad de nuestros cultivos.
Para COAG esto no va de tomates sino de personas. Tomates van a llegar a los mercados, pero lo que está en juego es quiénes los vamos a producir. No podemos permitir que nos sigan ahogando mientras nuestros gobiernos ceden ante los intereses de las grandes empresas. Reclamamos a nuestro gobierno que no se realicen más concesiones a Marruecos y que se revisen los acuerdos de liberalización comercial para elevar los precios de entrada, ajustándolos a la realidad de los costes de producción actuales y según los distintos productos (no es lo mismo un tomate cherry que un tomate de ensalada); reducir los contingentes aprobados para todos los productos agrarios, considerando la salida de Reino Unido de la UE; se activen medidas de salvaguardia para evitar que las entradas de Marruecos sigan perturbando nuestros mercados y destruyendo nuestro tejido productivo; exijan que las producciones de Marruecos cumplan con nuestras normativas de producción en materia medioambiental, laboral y de derechos humanos. En definitiva, que actúen para proteger a los agricultores y agricultoras que generan empleo, riqueza y alimentos de calidad para toda la población.