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Escoge la planta más adecuada con Compo

Cuando un suelo es fértil y sano, las plantas se desarrollan de forma vigorosa y sana.

Jardinería España

03/06/2014 -

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Las plantas están condicionadas por el entorno en el que habitan de forma natural.

Las plantas están condicionadas por el entorno en el que habitan de forma natural. Cada especie, cada variedad se ha adaptado a lo largo de años de evolución natural al entorno donde le ha tocado vivir: a un suelo con unas características concretas, al clima (temperaturas, humedad ambiental, horas de insolación, régimen de fotoperiodo, pluviometría…). Debido a ello antes de decidir qué plantas colocaremos en nuestro jardín debemos estudiar detenidamente el entorno y escoger con criterio las plantas que mejor se adaptarán a él.

El entorno

Cuando las plantas se encuentran a gusto en un suelo, un clima y una ubicación concreta dan un resultado esplendoroso con unos mínimos cuidados. Por el contrario las plantas que no disponen de las condiciones que le son favorables serán más sensibles a ataques de plagas y enfermedades y no lucirán nunca todo su esplendor.

¿Cuál es nuestro entorno?

El entorno que condiciona nuestro jardín incluye:

- La naturaleza del suelo
- Las características climáticas
- La orientación de nuestro jardín

La naturaleza del suelo

El éxito de un jardín depende de este medio complejo. El suelo es el elemento motriz. No se trata tan solo del soporte de la planta, también es un medio vivo que supone una fuente de nutrientes. El suelo es la fusión entre el mundo mineral y el vegetal, de la arcilla que procede de la roca subterránea y el humus de los restos orgánicos. Cuando un suelo es fértil y sano, las plantas se desarrollan de forma vigorosa y sana.

Conocer la naturaleza del suelo es básico para:

- Escoger las plantas susceptibles de desarrollarse bien en él.
- Adaptar el tipo de mantenimiento del suelo a sus características físicas.
- Adaptar los aportes de abonos para compensar las carencias del suelo Un suelo se caracteriza por su textura, su pH (medida de la acidez) y su contenido en materia orgánica.

La textura del suelo

Se define por el tamaño y la naturaleza de las partículas minerales que se encuentran en él.

Estas partículas se clasifican como: arena, limo y arcilla.

Las partículas mayores son las de arena. Pueden verse con facilidad y son rugosas al tacto. Las partículas de limo, de tamaño medio, apenas se ven sin la ayuda de un microscopio y las de arcilla, las más pequeñas, sólo pueden verse con instrumentos especiales y forman una masa viscosa cuando se mojan.

En función de las proporciones de las tres partículas diferentes podemos encontrarnos con distintos tipos de suelos:

Suelos arcillosos

Los suelos arcillosos tienen elevados contenidos de arcillas, suelen drenar mal y retienen mucho el agua. La mayoría de poros son de pequeño tamaño y el agua queda retenida en ellos a tensiones elevadas. Son pobres en oxigeno y en ellos las raíces encuentran poco oxígeno. Los riegos en este tipo de suelos deben ser abundantes y espaciados Para mejorarlos se puede aportar arena y materia orgánica.

Suelos arenosos

Los suelos arenosos tienen bajos niveles de arcilla y altos niveles de arena. Drenan muy fácilmente el agua y los nutrientes y el crecimiento de las plantas es dificultoso. En estos suelos los riegos deben ser cortos y frecuentes. Para mejorarlos se puede aplicar turba negra y materia orgánica.

Suelos francos

Los suelos francos tienen una proporción equilibrada de arena, limo y arcilla. Drenan bien pero también retienen suficiente agua y nutrientes. Son los más adecuados para el desarrollo óptimo de las plantas.
La acidez del suelo

Se mide por el pH (Potencial Hidrógeno). Un medio es neutro cuando su pH es de 7. Por debajo de este valor se considera ácido y por arriba básico. Los suelos calcáreos son en general básicos, mientras que los suelos arenosos o los muy ricos en materia orgánica suelen ser ácidos.

El pH condiciona la solubilidad de algunos elementos nutritivos, como el calcio, el magnesio, el hierro, el zinc,…Por ello también debemos tener en cuenta qué pH tenemos en el suelo de nuestro jardín para plantar plantas adaptadas a él.

La riqueza de un suelo en materia orgánica

La materia orgánica agrupa el conjunto de materias de origen vegetal o animal que se descompondrán poco a poco en el suelo bajo el efecto de las bacterias y darán a las plantas los elementos nutritivos que la componen.

La materia orgánica descompuesta, también llamada ‘humus’, juega un papel primordial en el equilibrio del sistema suelo-planta:

Actúa como unión entre las partículas del suelo y mejora su estructura.

Constituye una reserva de elementos nutritivos que serán progresivamente puestos a disposición de las plantas .estimula la actividad biológica del suelo.

Mejora la capacidad de retención hídrica y nutritiva del suelo .juega un papel de ‘tampón’ para limitar el efecto nefasto de un cambio brusco de temperatura, un error en la fertilización, etc.

Un suelo de un color oscuro es, en general, rico en materia orgánica, mientras que un suelo claro (calcáreo, arenoso) suele ser pobre en ella.
El clima

En España podemos distinguir básicamente 6 tipos de climas:

- Clima oceánico
- Clima mediterráneo costero
- Clima mediterráneo continental
- Clima mediterráneo árido
- Clima de montaña
- Clima subtropical

A pesar de estos climas principales, que definiremos más en detalle, hay que tener en cuenta que en una misma región existen diferentes microclimas específicos que vienen caracterizados por múltiples factores: altitud, exposición, protección frente a los vientos, etc.

Para conocer de forma precisa el microclima de su jardín el jardinero aficionado puede registrar el régimen de temperaturas y lluvias mediante un termómetro de máxima y mínima y un pluviómetro.
La exposición

La configuración del espacio es determinante. Hay que observar el jardín durante todo un día: una vez por la mañana, otra al mediodía y la última por la tarde, para saber cuáles son las zonas de sombra y de sol. Debemos observar también como evolucionan las sombras a lo largo del día. También debemos fijarnos en la inclinación del terreno. En efecto, un terreno llano no recibe la luz de la misma forma que un terreno en pendiente.

- Un terreno inclinado hacia el sur: capta antes el calor del sol (las plantas crecen más rápido pero el suelo se seca más rápidamente también).
- Un terreno inclinado hacia el este: los efectos de las heladas matinales.
- Un terreno inclinado hacia el oeste: tiene una insolación larga y un impacto más fuerte de las lluvias.

Existen tres categorías de plantas: las plantas de sol, las de sombra y las que soportan una ligera insolación.

Esta distinción a menudo se indica en las etiquetas que vienen con las plantas o en los sobres de semillas. Algunas plantas requieren de gran cantidad de luz para desarrollarse y deberemos plantarlas alejadas de obstáculos que puedan darles sombra. Los rosales y muchas de las plantas de flor pertenecen a este grupo de plantas.

La exposición a fuertes vientos, que secan mucho, puede también tener un marcado efecto sobre las plantas, así como su posición respecto al relieve. El aire frío, más pesado, baja por las pendientes y se estanca en las depresiones. Por ello una planta frágil plantada en una hondonada sufrirá más daños debido a las bajas temperaturas que la misma planta situada en lo alto de la pendiente.

En las zonas costeras hay que tener en cuenta también el efecto sobre las plantas de los vientos cargados de salitre. Conocer las plantas tolerantes a estas condiciones es básico para conseguir un jardín atractivo. El éxito de los jardines situados cerca del mar depende mucho de cada emplazamiento concreto.

Se aconseja una observación atenta preliminar de las plantas ya existentes en la zona. Cuando se realiza la plantación es interesante escalonar las plantas, las más bajas en la primera línea de mar protegiendo las siguientes del viento salino.


           
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