El pasado 26 de julio, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea emitió un dictamen sobre la situación de las nuevas técnicas de mejora genética vegetal en el que se considera la mayoría de plantas obtenidas con estos métodos dentro de la legislación de Organismos Modificados Genéticamente de la UE. Un hecho que la industria de la obtención vegetal lamentó ya que esta catalogación “supone una incertidumbre política con respecto a su comercialización, dejando en desventaja competitiva a los países productores de la Unión Europea con respecto a otra áreas del mundo”.
En este sentido, ANOVE, la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales, que en la actualidad está formada por 55 entidades, entre ellas 52 empresas privadas y 3 centros públicos de investigación, considera que “la Unión Europea ha perdido el tren de la innovación agrícola, ya que las últimas innovaciones en mejora vegetal, tales como CRISPR-Cas, son consideradas herramientas fundamentales para ayudar a los obtentores y a los agricultores a hacer más con menos insumos”.
La tecnología CRISPR en la mejora vegetal consiste en la edición genética de una variedad mediante la activación o desactivación de determinados genes en función de las características que se desean obtener en la variedad resultante. Al contrario de lo que sucede con los transgénicos, con este método, no se introduce material genético ajeno al ADN de la variedad que se está tratando, por lo que el material genético de la variedad obtenido no se diferenciará de aquel obtenido por otros métodos químicos convencionales de mejora vegetal. “No estamos de acuerdo con el dictamen del Tribunal de Justicia europeo en que se cataloguen las variedades obtenidas por CRISPR como transgénicos, porque no lo son: no se están introduciendo genes de otras especies en las plantas. Se trata de una tecnología muy prometedora, y sobre todo muy precisa, ya que solamente se modifican aquellas partes de los genes que funcionan mal, o no funcionan. Esta tecnología permite cambiar ese gen, activándolo o silenciándolo, consiguiendo un enorme beneficio a un coste mínimo, por lo que se trata de una tecnología muy eficiente”, explica Antonio Villarroel, secretario general de ANOVE. Además, destaca que “esta tecnología permitiría hacer investigación básica sobre la genética vegetal, ya que se conocerían mejor cuáles son las funciones de los genes y cómo interactúan entre sí, por lo que la propia tecnología nos ayudaría a entender mejor cómo funcionan y por tanto a disminuir eventuales resultados negativos”.
A día de hoy, la mejora vegetal en España se realiza a través de métodos convencionales como son el cruce y selección de parentales para seleccionar la progenie más adecuada, aunque para generar una nueva variedad comercial, con este método supone una media de 10 años de investigación que con un enorme coste económico. Según comenta Villarroel, el proceso de obtención de nuevas variedades mediante el CRISPR sería mucho más rápido y económico. Por ello, la industria obtentora teme que el dictamen del Tribunal de Justicia de la Unión Europea del pasado 26 de julio suponga que Europa se quede atrás con respecto a zonas productoras del mundo y pierda competitividad al no poder utilizar esta técnica, permitiendo además que en los países de Europa se comercialicen productos hortofrutícolas obtenidos mediante CRISPR en terceros países, al no contar con modo alguno de distinguir estos productos de los obtenidos por mejora vegetal convencional, produciendo además la deslocalización de la industria obtentora hacia aquellos lugares que adquieran mayor competitividad en este contexto.
Un problema que, según Villarroel, se halla en “el modelo de agricultura que queremos tener en la Unión Europea. Creo que los países que no son productores, como los del centro y norte de Europa, tienen una posición ideológica muy radical por la que tratan de imponer y primar otros valores en Europa que nada tienen que ver con la producción, dejando ésta en manos de terceros países. Por el contrario, en zonas como España, que es el primer país exportador de frutas y hortalizas del mundo, en concreto todo el Levante y en particular, Almería como el mayor centro de exportación hortícola del mundo, supone una amenaza porque nos encontramos con que nos van a privar del acceso a una tecnología para producir aquí, que sin embargo nuestros competidores de los otros mercados, como los del otro lado del Mediterráneo, sí van a tener”. Además, señala que “la mejora vegetal trata de dar soluciones a los problemas que tiene la cadena de valor: nosotros tenemos un cliente inmediato, el agricultor, y tratamos de darle un producto que atiende a lo que necesita. Normalmente, necesitan que una variedad sea barata y productiva, además de resistente a las enfermedades que tenga allí donde cultiva. Pero a su vez, el agricultor tiene que atender a su cliente, que suele ser el supermercado, que quiere que la variedad tenga mucha vida comercial, sea bonita en cuanto a presentación y aspecto, y que además, atienda lo que quiere el consumidor, por lo que se procura que las variedades tengan sabor y puedan cultivarse sin tener residuos. Lo que hace la mejora vegetal es intentar encontrar soluciones en cada uno de esos eslabones. Para poder encajar todo este cubo de Rubik, el CRISPR es una gran herramienta que nos permitirá llevar a cabo el proceso de una forma mucho más precisa, rápida y eficiente”.
La mejora vegetal en la actualidad y su implicación en el futuro de la agricultura
Actualmente, en la Unión Europea se obtienen cada año unas 700 variedades hortícolas nuevas de media, de las cuales entre 150 y 200 se corresponden con las generadas en España. “Se trata de un sector muy dinámico, ya que esas variedades están en el mercado cuatro o cinco años, tiempo en que surge una variedad nueva que la reemplaza porque es mejor”, subraya Villarroel, quien explica que aunque en España la investigación en mejora vegetal se hace básicamente por cruce y selección, “donde sí se aplica mucha tecnología y biotecnología es a la hora de conseguir marcadores moleculares que permiten, en vez de tener que esperar todo el ciclo de cultivo para ver si el cruzamiento biológico que se ha realizado ha obtenido el resultado deseado, saber desde que tenemos una planta diminuta, si va a funcionar o no, con lo que nos ahorramos mucho tiempo y mucho dinero porque podemos ir cribando mucho más rápido”. En este contexto, las tendencias de la industria agroalimentaria se centran en tener productos con más sabor, pero sin perder lo ya conseguido en cuanto a productividad; con resistencias a enfermedades, ya que en zonas como Almería “vamos a residuo cero, y eso implica que necesitamos hacer plantas naturalmente resistentes, ya que las plagas siguen existiendo; y - continúa el secretario general de ANOVE- dadas las condiciones de sequía y mayor temperatura que estamos teniendo, es necesario que estén adaptadas al cambio climático”.
Precisamente, un cambio en el entorno que la mejora vegetal pretende contener ayudando a producir de una manera más sostenible. “La sostenibilidad es hacer un uso lo más eficiente posible de los recursos, de forma que podamos atender nuestras necesidades de hoy sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de atender las suyas. Eso significa que tenemos que ser muy eficientes en el uso de esos recursos. Hay estudios que demuestran que el impacto que tienen las nuevas variedades sobre los recursos es mucho menor: hoy en día, se necesita mucho menos suelo, mucha menos agua y menos energía para producir un kilo de tomates o de maíz, y con mucha menos huella de CO2”. En este sentido, Villarroel cita un estudio del Instituto Humboldt de Alemania, patrocinado por la European Seed Association, “que demuestra el impacto de la mejora en el siglo XXI en Europa. Solo por la mejora genética hemos conseguido ahorrar una superficie de cultivo equivalente a la que tiene Dinamarca. Si no hubiera sido por ello, tendríamos esa superficie cultivada, con el coste que eso supone en biodiversidad, recursos, etc”. Por ello, en el futuro, “el factor fundamental va a seguir siendo la mejora genética. ¿Cómo vamos a dar de comer a esa población que sigue creciendo cuando la tierra que tenemos ya está en cultivo? No hay nueva tierra, y poner nueva tierra en cultivo, que no sería buena, supondría sacrificar y deforestar más bosques, reduciendo aún más la biodiversidad”, reflexiona Villarroel, “por tanto, si queremos conservar esa biodiversidad y no tener que poner más tierra, debemos ser más eficientes produciendo más con menos recursos”, destacando que “precisamente, los países más avanzados como Japón, Alemania o Dinamarca son países donde, aunque incrementan su productividad, al mismo tiempo cada vez reducen más la superficie agrícola e incrementan su biodiversidad. En ese sentido, el caso de Almería es un buen ejemplo porque se trata de un área súper concentrada en la que se ha sido capaz de producir de manera muy eficiente, y sin la mejora genética ni las demás tecnologías como el plástico, la irrigación, etcétera, necesitaríamos mucha más extensión de terreno cultivable”, sentencia.
En definitiva, la industria de la obtención vegetal europea, que nutre al sector agrícola de semillas para el cultivo profesional y que ve en tecnologías como el CRISPR el futuro de la mejora vegetal en pos de la eficiencia y de la sostenibilidad, deberá esperar a que el Parlamento Europeo se pronuncie sobre el tema, temiendo que lo dictado por el Tribunal de Justicia europeo suponga un precedente que condicione la decisión final de la UE, repercutiendo en la competitividad del mercado agroalimentario europeo: “En el corto plazo, creo que no hay opciones para el uso en Europa de mejora vegetal en base a métodos como el CRISPR, porque se trata de una decisión política, pero a medio-largo plazo es posible, ya que es una realidad que no se puede negar, y cuando se permita, habrá que recuperar el tiempo perdido, así como los costes de la demora”. Por ello, desde ANOVE consideran imprescindible que el Parlamento Europeo lleve a cabo una aproximación “pragmática y no ideológica, pues será el conocimiento el que nos haga ser más sostenibles”.
Redacción Infoagro: Lydia Medero