La paulatina y creciente prohibición por parte de la Unión Europea (UE) de materias activas utilizadas para combatir las plagas y enfermedades en la agricultura están dejando al sector arrocero valenciano en una situación de clara indefensión a la hora de hacer frente a amenazas como los hongos, que cada año causan daños de mayor alcance y cuantía. Tal es el caso de lo que viene sucediendo esta campaña, donde el impacto del hongo de la Pyricularia ha provocado mermas de cosecha de un 20% en variedades tradicionales como la Fonsa, mermas que se disparan hasta el 80% de la producción en parcelas de la variedad Bomba, de acuerdo con las estimaciones efectuadas por la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA). Las pérdidas económicas directas por este motivo se situarán en torno a 2 millones de euros.
La coyuntura descrita, ya de por sí suficientemente negativa, se está viendo todavía más agravada por la aparición de resistencias en los hongos a los efectos de la estrobirulina, que es la única materia activa disponible en el mercado para combatirlos durante el último de los tratamientos que se aplican en los arrozales. Este tratamiento fundamental se realiza para proteger la espiga en la fase final de su desarrollo, mientras que los primeros tratamientos, destinados a preservar el embrión de la espiga, se llevan a cabo con un producto llamado Procloraz, cuyo futuro se encuentra en entredicho porque la UE planea prohibir su uso el año que viene.
La ofensiva prohibicionista contra los productos fitosanitarios desencadenada desde hace años por las autoridades comunitarias a causa de las constantes presiones de determinados grupos ecologistas de carácter radical basadas en argumentos que no siempre cuentan con una base científica sólida, se ha traducido en severas limitaciones para los agricultores europeos, sin parangón ni equivalencia en el resto del mundo.
Así, en el caso del sector arrocero de las tres familias de materias activas disponibles hasta hace unos años: los triazoles, los procloraces y las estrobirulinas, la primera de ellas, y más eficaz, está prohibida desde hace dos años y ya no se conceden autorizaciones excepcionales para poder usarla, mientras que el procloraz se prohibirá, muy probablemente, el próximo año y la estrobirulina está dando muestra de no bastarse por sí misma para combatir la Pyricularia.
Tanto es así, que AVA-ASAJA ha pedido a la conselleria de Agricultura que realice un estudio sobre el desarrollo de resistencias por parte del hongo a la referida materia activa a fin de determinar el alcance del problema. "El año que viene los arroceros pueden verse con un único producto a su disposición para combatir la plaga y resulta que la eficacia real de ese producto se encuentra en entredicho", denuncia el presidente de la organización agraria Cristóbal Aguado.
El máximo responsable de AVA-ASAJA también califica de "irresponsable" la política restrictiva que está llevando a cabo la UE en esta materia, "porque deja a los agricultores europeos cautivos y desarmados ante las plagas y enfermedades. Lo que está ocurriendo con el sector arrocero es sangrante pero el problema es global y afecta a todos los agricultores y en todos los cultivos".
Una muestra bien elocuente de la incoherente y cuestionable política de la UE en este capítulo se encuentra en lo que ha sucedido con el Triziclazol. La citada materia activa se ha venido utilizando durante 40 años en Europa y durante todo ese tiempo ha demostrando su enorme capacidad para combatir enfermedades fúngicas. Es un producto tan versátil que sirve, por ejemplo, tanto para el primero como para el último de los tratamientos que se aplican en el arroz. Sin embargo, su empleo está prohibido en todo el territorio europeo, una circunstancia que contrasta poderosa y paradójicamente con el hecho de que el triziclazol sí puede utilizarse, y se utiliza, en el resto del mundo. Es más, la UE se plantea autorizar la importación de productos agrarios tratados con triziclazol, es decir, el mismo producto que prohíbe a sus agricultores.