EL PRAYS DEL OLIVO (Prays oleae) EN LOS ARRIBES DEL DUERO Resumen. |
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RESUMEN
Entre 2004 y 2008, en el marco de los Proyectos INTERREG III-A “MOABAPE” y “PIREFI” se han realizando estudios en olivares de la zona de los Arribes del Duero (Castilla y León) para el conocimiento del ciclo biológico del prays del olivo (Prays oleae) y la valoración de daños ocasionados por la plaga. La presencia de adultos fue comprobada semanalmente entre los meses de marzo y noviembre mediante el uso de trampas delta con feromonas. En distintos momentos del ciclo se procedió a la recogida de hojas, flores y frutos. Se presentan las curvas de vuelo y se relacionan con datos meteorológicos; humedad y temperatura. Se comprueba la presencia de las tres generaciones anuales: filófaga, antófaga y carpófaga, valorando los daños ocasionados por cada una de ellas. Se concluye que tanto la presencia de prays como sus daños son reducidos en esta zona de cultivo.
1. INTRODUCCIÓN.
El olivo es un cultivo minoritario en Castilla y León, limitado a zonas concretas y con una extensión que rondaba las 7.000 ha en 2005 (MAPA, 2005), aunque para las mismas fechas el Anuario Estadístico de Castilla y León (2009) las reduce a 5.100, siendo la producción de la mayoría (4.000) con destino de almazara. Sin embargo, la apuesta de los agricultores por este cultivo está cambiando el panorama, existiendo ya en producción olivares de tamaño considerable. Se estima que tan sólo en la provincia de Valladolid se han plantado 1.500 ha de olivos entre los años 2006 y 2008 (Armendáriz et al., 2009-a).
Dentro de los proyectos de Cooperación Transfronteriza “MOABEPE” y “PIREFI”, financiados por INTERREG III-A, se ha llevado a cabo durante los años 2004 a 2008 el estudio de olivares en los Arribes del Duero.
La zona geográfica de los Arribes del Duero (provincias de Salamanca, Zamora y Trás Os Montes) presenta un cultivo tradicional del olivar debido a sus características de clima continental atenuado por las influencias oceánicas.
Desde el punto de vista agronómico y biológico, la escasa presencia del olivo en la zona condiciona el manejo del cultivo en cuanto a la presencia de plagas, fauna auxiliar y control fitosanitario. En principio, un menor número de tratamientos fitosanitarios redunda en una entomofauna más diversa que facilita el control natural de plagas. Por otro lado, un mayor conocimiento del ciclo de las plagas y las posibilidades de previsión colaboran en un uso más racional y efectivo de los productos químicos.
La polilla del olivo (Prays oleae Bernard, 1788) es, junto a la mosca del olivo (Bactrocera oleae Gemlin, 1788), la principal plaga del olivar en la zona. Presenta tres generaciones anuales que se denominan en función de la parte del árbol afectada. Así la primera es la filófaga, cuyas larvas en invierno se alimentan de hojas y brotes. Los adultos resultantes de esta generación producen una nueva en primavera, la antófaga, que ataca a las flores. Los huevos de esta generación producen una tercera y última que es la más dañina y se conoce como carpófaga, ya que ataca a los frutos, provocando su caída. Se desarrolla en verano y las puestas de otoño originarán la generación filófaga del año siguiente.
Figura 1. Adulto.
Las poblaciones de prays están sometidas en condiciones naturales a controles climáticos y de otros tipos, que regulan las poblaciones. Si la humedad relativa desciende del 50-60 % los huevos se desecan en unas horas. Temperaturas superiores a 30 ºC y humedades menores al 20% dificultan la entrada de larvas en los frutos. Idénticas temperaturas y humedades superiores al 70% provocan la muerte de los huevos (Civantos, 1998). Las temperaturas bajas en invierno y altas en verano provocan la mortalidad de huevos y larvas (Barranco et al. 2004). Existe una dependencia altamente significativa entre la mortalidad de las larvas filófagas invernantes y el número de días del invierno con temperatura mínima igual o inferior a 0 ºC, mientras que en el caso de larvas de quinta edad y crisálidas, es la temperatura mínima el factor climático que influye decisivamente (Ramos et al., 1978). Temperaturas inferiores a 10-12 ºC reducen la actividad de los adultos, pudiendo ser nocivas si están por debajo de 7 ºC (Civantos, 1998; De Andrés, 2001).
Otros factores como el parasitismo son importantes y ayudan a controlar las poblaciones, al igual que la predación por Chrysoperla carnea y otros neurópteros (Civantos, 1998; Bento et al., 1999), especialmente para la generación carpófaga, al igual que las arañas (Morris et al., 1999). La mortalidad natural del prays varía con las generaciones, siendo máxima en la antófaga (Ramos et al., 1978).
Como en otros insectos el desarrollo está fuertemente influenciado por la temperatura, de tal manera que se pueden realizar predicciones de los momentos de aparición de la plaga o de sus daños posibles a través de los registros térmicos. Para el cálculo de estas integrales térmicas Kumral et al. (2005) proponen el umbral de 10,85 ºC para el desarrollo larvario a partir del 1º de enero. En el estudio se usa este valor.
Respecto a los daños, la generación filófaga es la menos dañina y en general no requiere un tratamiento salvo en viveros y árboles jóvenes (Barranco et al. 2004). En ocasiones al final del período puede atacar a las yemas emergentes y entonces sí provoca daños más importantes (De Andrés, 2001).
En la generación antófaga una larva de prays puede destruir entre 20 y 30 flores. Si el cuajado del olivo es muy bajo y la población de prays elevada, esta pérdida puede afectar a la producción final. Como compensación, un menor número de frutos se traduce en un aumento de su tamaño (Barranco et al. 2004).
En la generación carpófaga, la presencia de las larvas en los frutos provoca dos caídas de fruto, una entre junio y julio, que viene asociada con una caída fisiológica, y otra más dañina en septiembre-octubre. Las primeras caídas suponen una autorregulación de la plaga, ya que las larvas que están dentro de estas aceitunas no podrán completar su ciclo. Por otro lado, el engrosamiento de los frutos provoca en ocasiones el enquistamiento y la muerte de las larvas, actuando así como un control natural de las poblaciones de prays (Civantos, 1998).
2. MATERIALES Y MÉTODOS.
En 2004 se comenzó el estudio con las parcelas de olivo P1 y P2 (Tabla 1). De esta campaña se tienen datos únicamente de los meses de julio a octubre. Durante 2005 se monitoreó la presencia de la polilla en las parcelas P1, P2 y P4, ampliándose el período de estudio a los meses de marzo a noviembre. A partir de 2006, se repitió el proceso en 4 parcelas (P1, P3, P4 y P5), introduciéndose dos olivares de mayores dimensiones.
Figura 2. Vista parcela P5.
Para el seguimiento del prays se colocan en los olivos elegidos tres trampas tipo delta con cápsulas de feromona, a dos metros de altura y separadas al menos 50 m entre sí. Las capturas son mayoritariamente de machos. Las trampas se revisan semanalmente y las cápsulas se reemplazan cada seis semanas. En La Tabla 1 se indican las características de las parcelas.
Tabla 1. Datos de las parcelas de estudio. Municipio, variedad de olivo, superficie, nº de árboles y años muestreados.
Figura 3. Adultos en placa engomada.
Las parcelas presentan olivos centenarios. En el caso de la parcela P3 están rebrotados tras un incendio ocurrido en 1997. La única parcela que tiene riego, de forma esporádica, es la P5.
Los datos meteorológicos fueron registrados por dos estaciones meteorológicas situadas en el municipio de Fermoselle, con una frecuencia de 10 minutos. Las parcelas están situadas en un radio de entre 2 y 18 km de las estaciones. Mediante ellos se conoce la temperatura y la humedad de los periodos de estudio y se calculan las integrales térmicas. Para los cálculos se han empleado los datos provenientes de la estación más meridional, por ser la más cercana a las parcelas de olivo. Los datos de 2008 son incompletos por la existencia de lapsos en la toma de los mismos.
Para el estudio de los daños producidos por la generación filófaga se toman en varias ocasiones a principios del año 10 hojas de 10 árboles en tres repeticiones por parcela y se observan en el laboratorio para ver la presencia de galerías y larvas de prays. Para la generación antófaga en el momento de la floración se toman grupos de 5 inflorescencias en 10 árboles para ver puestas de prays y presencia de larvas. Para la generación carpófaga se recogen 10 aceitunas en 10 árboles e igualmente se recogen de 200 a 300 aceitunas caídas por parcela.
Figura 4. Larva viva en aceituna.
3. RESULTADOS.
3.1. Curvas de vuelo.
La Gráfica 1 muestra la curva general de vuelo de la polilla para la media del total de las parcelas en los años 2004 a 2008.
Gráfica 1. Curvas de vuelo para Prays oleae en las parcelas de estudio, 2004 a 2008.
En todos los años están presentes de forma diferenciada las tres generaciones, filófaga, antófaga y carpófaga, aunque con distinta intensidad. Se percibe un lapso de tiempo en el mes de agosto en el que no se capturan adultos y que separa claramente las generaciones carpófaga y filófaga. Esta separación no existe entre las generaciones filófaga y antófaga que aparecen con un cierto grado de solapamiento. Los primeros adultos son capturados a primeros de abril y los últimos aparecen a finales de noviembre. La más importante en número de adultos es la antófaga con un 53,44% de media en los cuatro años (Tabla 2). La segunda en importancia es la filófaga con un 27,65% de media y por último la carpófaga, con tan sólo un 18,92%. La presencia del prays en los olivares fue más importante en 2006, especialmente en la primera y segunda generación con máximos que llegan a 100 polillas · trampa-1 · día-1. 2005 y 2007 tuvieron una presencia menor, disminuyendo aún más en 2008.
Tabla 2. Porcentaje de población para las tres generaciones en el total de las parcelas.
La Tabla 3 nos indica los momentos de los tres máximos de vuelo y su intensidad.
Tabla 3. Fechas y valores de los máximos de vuelo de Prays oleae para las tres generaciones en cada parcela de estudio.
Comparando los años de estudio, los máximos de la generación filófaga (Tabla 3) se producen mayoritariamente en el mes de mayo, repartidos entre la primera y la segunda decena. La parcela 3 presenta su máximo tempranamente en 2006 y 2008, en la 3ª decena de abril. En 2005 estos valores fueron menores con respecto a 2006 y 2007, en los que se mantienen semejantes. En 2008 se presentan los mínimos de esta generación, con un máximo de 1,05 polillas · trampa-1 · día-1 en P1. El máximo absoluto de vuelo de esta generación es de 46,86 polillas · trampa-1 · día-1 en P5 en 2006.
En referencia a la generación antófaga, los máximos de vuelo se reparten entre la 2ª y la 3ª decena de junio, salvo en 2008 en que se atrasan a la primera decena de julio. De nuevo en 2005 son menores para alcanzar la cota en 2006 con 100,00 polillas · trampa-1 · día-1en P5, descendiendo en 2007 y presentando su mínimo en 2008 con 5,48 polillas · trampa-1 · día-1 en P1.
Los máximos de vuelo de la generación carpófaga se presentan mayoritariamente en la 3ª semana de septiembre, aunque en 2006 aparecen en la 2ª decena de octubre. Los valores son más semejantes en todos los años, variando entre 2,10 polillas · trampa-1 · día-1 en P3 en 2006 y 12,80 polillas · trampa-1 · día-1 en P1 en 2005.
La Tabla 4 indica la duración en días de las generaciones, tomando como tal el tiempo entre la aparición de adultos de una generación y la siguiente. La más corta es la antófaga con mes y medio de media, seguida de la carpófaga con tres meses, siendo la más larga la filófaga con casi 8 meses. Los valores son muy semejantes en las parcelas a lo largo de los años, salvo en el caso de P2 en 2005 con una generación antófaga más corta (35 días) y una carpófaga también más larga (96 días). La duración de la filófaga no pudo ser establecida al detenerse el estudio en esa parcela en 2006.
Tabla 4. Duranción media en días de las generaciones de Prays oleae en los Arribes.
3.2. Humedad y temperatura.
El moderado carácter continental del clima en la zona de estudio por la influencia oceánica permite unas temperaturas moderadas y una humedad relativa más bien alta.
La precipitación registrada (Gráfica 2) en los años meteorológicos (del 1º de octubre al 30 de septiembre), se puede considerar como normal para la zona en 2004 (468,1 L · m-2), 2006 (450,3 L · m-2) y 2007 (471,5 L · m-2) siendo 2005 y 2008 notablemente más secos (226,1 y 302,0 L · m-2, respectivamente). El mes más lluvioso es octubre, presentándose una reducción de precipitaciones durante el período estival, salvo tormentas aisladas. El invierno es igualmente seco y las lluvias primaverales varían en intensidad con los años.
Gráfica 2. Precipitación para los años meteorológicos 2004 a 2008 en los Arribes.
Las humedades relativas medias anuales superan en general el 60 %; 67,14 % en 2004, 59,75 % en 2005, 64,20 % en 2006 y 63,18 % en 2007.
En general el periodo con humedad superior a 60 % se extiende durante el otoño y el invierno. La media de la humedad primaveral ronda el 60% y la del verano es generalmente superior al 40%, no bajando nunca del límite del 30%.
Gráfica 3. Temperatura y humedad relativa medias semanales en 2007. Las barras verticales muestran el período de actividad de adultos detectado.
En la Gráfica 3 se indican como ejemplo para 2007 los valores de humedad relativa y temperatura media semanal. Las humedades altas (>70 %) se dan en momentos en que la temperatura es baja. La humedad relativa media diaria no desciende por debajo del 20 % a lo largo de los años pero sí hay varios períodos en el final de la primavera, todo el verano y comienzo del otoño en que baja del límite del 50 %, lo cual conlleva mortalidad de huevos.
Respecto a la temperatura se constatan heladas esporádicas invernales que propician la mortalidad de larvas invernantes y que en general son soportadas bien por los árboles. En los períodos en los que se monitorea a los adultos únicamente al final la temperatura mínima está por debajo de 7 ºC (Gráfica 4). En este mismo período la temperatura máxima está por encima de 12 ºC (salvo la semana 46 en 2006), pero la mínima en ocasiones no los supera al final de primavera y comienzo del otoño. Esto indica momentos del día en que los adultos no están activos. Teniendo en cuenta que los hábitos de la especie son principalmente crepusculares ello puede suponer una inactividad total en estas fechas.
Gráfica 4. Temperaturas máximas y mínimas semanales en 2006 y límites de actividad de adultos y desarrollo de larvas. Las barras verticales engloban el periodo de actividad de adultos detectado.
La Gráfica 5 relaciona como ejemplo los grados-día con el porcentaje acumulado de adultos para la parcela P4 en 2006. La dinámica de la curva es parecida en los distintos años, con las diferencias de valor numérico de las generaciones, es decir, su importancia relativa anual.
Gráfica 5. Grados-día con un umbral de 10,85 ºC y porcentaje de adultos acumulado para P3 en 2006.
La Tabla 5 refleja las medias de grados-día transcurridos entre la aparición de los individuos de una generación y la siguiente, así como los intervalos de Kumral et al. (2005) para el norte de Turquía. La generación antófaga necesita notablemente menos grados-día en los Arribes que en Turquía. La generación carpófaga, que es la que necesita mayor número de grados-día, también se desarrolla en los Arribes con menor número de ellos. Por último, la filófaga por el contrario necesita en general más grados-día en los Arribes. Estas divergencias pueden ser achacables a las distintas regiones de estudio, con climas muy diferentes.
Tabla 5. Medias de grados-día para las generaciones antófaga, carpófaga y filófaga en los años 2005 a 2008 en los Arribes y los intervalos de Kumral et al. (2005) para Turquía.
3.3. Daños.
3.3.1. Generación filófaga.
Al menos uno de cada cuatro adultos capturados en las trampas de feromona pertenece a esta generación. En La Tabla 6 pueden verse los porcentajes de afección de hojas. A finales de enero de 2006 en cuatro parcelas muestreadas no superan el 9 % las hojas afectadas. Los datos de 2007 en los meses de febrero y marzo son concordantes con estas cifras, aumentando hasta mediados de abril con un valor máximo de 17,6 % de hojas afectadas en P5. En el último muestreo de primeros de mayo el porcentaje de hojas afectadas llega al 30 % en dos parcelas. En este momento ya no hay larvas en las hojas. En 2008 los valores de hojas afectadas en el mes de marzo son algo superiores a los de 2007, pero los del mes de abril son sorprendentemente más bajos, entre el 1 y el 8,5 %. Aldebis et al. (2004) encuentran valores de presencia de larva de más de un 50 % en Cabra (Córdoba) para la variedad Picudo en 2001 y 2002, siendo en otras variedades los valores más semejantes a los de este estudio. Teniendo en cuenta que las larvas únicamente producen una disminución de la capacidad fotosintética en la hoja y que ésta no se desprende, cabe deducir que los daños son mínimos y no justifican un tratamiento. Sin embargo, en años de fuerte infestación los daños ocasionados a las yemas axilares y terminales pueden ser significativos (Civantos, 1998).
Tabla 6. Porcetaje de hojas afectadas por larvas de Prays oleae de 2006 a 2008.
Figura 5. Daños generación filófaga.
3.3.2. Generación antófaga.
Al menos uno de cada dos adultos capturados en las trampas de feromona pertenece a esta generación. En 2005 se realizaron tres muestreos de flores en la primera y segunda decena de junio en P4. La Tabla 6 indica el porcentaje de huevos por flor y es en general es bajo, no superando la tasa de 0,13. En el último muestreo (20 de junio) no aparecen huevos. Respecto al porcentaje de flores afectadas, este varió entre el 6,7 y 8,7 %. En 2007, se realizaron tres muestreos a finales de mayo y en la primera quincena de junio. El número de huevos es máximo en el primero para después disminuir. Las flores afectadas aumentan del 1º al 2º con un máximo de 9,85 %. En el tercer muestreo los frutos estaban en su mayoría cuajados y era difícil ver el daño de las larvas, lo cual explica el descenso pronunciado en ambos parámetros. Una estimación tardía en 2008 el 15 de julio arroja resultados negativos por la misma razón.
La afección es muy pequeña frente a la estimación de un 21 % de inflorescencias atacadas en España en 1997 (Civantos, 1998). Bento et al. (2001) encuentran porcentajes de flores atacadas variables entre el 6,26 y el 15,15 % en 1996 y 1998 en la región portuguesa próxima de Trás Os Montes, valores más cercanos a los de este estudio. El estudio de Aldebis et al. (2004) presenta valores semejantes de inflorescencias afectadas (entre un 2,66 % y un 8,69 %). Considerando que las larvas en ocasiones no impiden la fecundación, el daño originado por esta generación puede considerarse como ligero. Esta afirmación debe en todo caso matizarse con el cuajado que se dé cada año, ya que si éste es muy bajo el daño sí puede ser significativo, siendo concientes de que ésta es la generación mayoritaria y que sus puestas dañarán a los frutos.
Tabla 7. Número de huevos de Prays oleae por flor y porcentaje de flores atacadas en 2005 y 2007.
Gráfica 6. Distribución sigmoidal de los adultos de la generación antófaga en 2005 y 2006.
La distribución de esta generación presenta una forma sigmoidal (Gráfica 6) cuando se representan los grados-día de los percentiles, en concordancia por lo indicado por Kumral et al. (2005).
3.3.3. Generación carpófaga.
Tan sólo uno de cada 5 adultos capturados pertenece a esta generación. La Gráfica 7 indica la curva de vuelo de prays en 2005 en P2 y el número de huevos · fruto-1. Los muestreos se realizaron entre el 27 de junio y el 14 de noviembre. Los últimos huevos se encuentran el 17 de agosto. Los valores oscilan entre un mínimo de 0,03 y un máximo de 0,16 huevos · fruto-1, ambos en el mes de agosto.
Gráfica 7. Curva de vuelo (línea) en P2 y número de huevos (barras) por fruto en 2005.
En 2006 entre los meses de junio y noviembre se realizaron 23 muestreos en las P3 y P4. La Gráfica 8 indica el porcentaje de daño acumulado en frutos, que en ningún caso llega al 4,5 %. Se comprueba cómo la afección es notoriamente mayor en P4 que en P3.
Gráfica 8. Porcentaje de daños acumulados por Prays oleae en frutos en árbol en 2006 en P3 y P4.
Si se hace referencia a las aceitunas caídas durante este período, los porcentajes de aceitunas afectadas por prays se elevan a cifras entre 48,1 y 73,8 % (Gráfica 9), aumentando en 2007 a valores comprendidos entre 58,5 y 79,0 %. Se indica igualmente el porcentaje de prays parasitados por himenópteros. Este varía entre el 2,1 y el 7,2 % en 2006, descendiendo notablemente en 2007 a valores inferiores a 1,45 %. Los adultos del himenóptero quedan dentro del hueso sin poder salir y en consecuencia su estado para la determinación no es bueno. Algunos ejemplares se han determinado provisionalmente como Bracon laetus (Manuel González, comunicación personal). Aldebis et al. (2004) encuentran valores más altos de parasitismo (16,46 % y 15,96 % en 2001 y 2002) para olivares cordobeses. Sin embargo esta cifra hace relación a individuos de las tres generaciones, dándose una mayor incidencia en la generación antófaga.
Hay que destacar que el incremento de frutos dañados entre 2006 y 2007 se corresponde con una disminución del índice de parasitismo.
Gráfica 9. Porcentaje de daños por Prays oleae acumulados en frutos caídos en 2006 y 2007 y porcentaje de parasitismo.
Civantos (1998) establece en un 1 % la caída de frutos en España en 1997, cifra que se eleva al 13 % en 1985. Bento et al. (2001) estiman en un 51,68 % el porcentaje de frutos atacados en un olivar sin tratamiento de la localidad portuguesa de Mirandela (Trás Os Montes), lo cual se traduce en una pérdida de 846 kg · ha-1 en cosecha. Aldebis et al. (2004) encuentran valores medios de 4,10 y 15,07 % para frutos dañados por esta generación en aceitunas caídas, valor notoriamente inferior al nuestro, pero en olivares sometidos a tratamientos químicos. En el presente estudio no se estimó el porcentaje de aceituna caída respecto a la producción final.
4. DISCUSIÓN.
El carácter de zona marginal y fronteriza de cultivo le confiere un valor añadido en un escenario de cambio climático. Si, como se supone, el clima mediterráneo se extenderá hacia el norte en los años sucesivos (Ministerio de Medio Ambiente, 2005), cabe suponerse una ampliación del cultivo del olivo que se encontrará en situaciones similares al estudio actual. De hecho la provincia de Valladolid ha presentado un incremento notable de superficie destinada a este cultivo en los últimos años (Armendáriz et al., 2009-a).
La poca densidad de plantación de olivares, la existencia de zonas de vegetación natural así como la débil presión con tratamientos químicos ayuda sin duda a mantener un control natural efectivo de la plaga, con lo que los niveles de la misma no son alarmantes. Un muestreo provisional de la zona arroja hasta el momento 96 especies de insectos determinadas (Armendáriz et al., 2006), entre las cuales hay varios himenópteros, encontrándose un porcentaje significativo de parasitismo. Los estudios de Ruíz y Montiel (2000) arrojan una entomofauna aún más diversa en olivares jienenses. En consecuencia los daños producidos por las distintas generaciones de prays no son importantes en la zona de estudio. Este estudio corrobora los datos obtenidos en Armendáriz et al. (2007), ya que la presencia del prays en 2008 es aún menor. La ampliación del cultivo junto con el cambio hacia modelos de producción intensiva o superintensiva, con la aplicación de pesticidas, puede hacer cambiar este equilibrio hacia una situación de plaga (Herz et al., 2005).
La fenología del prays está influenciada principalmente por la temperatura (Kumral et al., 2005). La zona de estudio presenta condiciones climatológicas adecuadas al desarrollo de la plaga, por su carácter de continentalidad moderada. El reducido número de heladas en invierno, la elevada humedad relativa y las temperaturas moderadas en verano son factores que favorecen en principio la presencia de prays.
A la hora de prever los daños y debido a la biología de la especie los datos aislados de las capturas en trampas no proporcionan una base sólida para la previsión de ataques (Kumral et al., 2005; Ramos et al. 1990). Estos últimos autores encuentran, relacionada con el grado de sincronía entre la emergencia de adultos y la fenología del cultivo, una proporción vuelo/daños según la diferencia entre primeros vuelos y primeras oviposiciones (cuanto más larga en días, menor daño previsible). Este extremo no es comprobable en el estudio por carecer de las fechas de puesta.
De cara a establecer el punto cronológico de partida para calcular los grados-día, el 1 de enero, fecha habitualmente empleada, no refleja ningún evento biológico en prays, ya que las larvas de la generación filófaga vienen desarrollándose desde antes (Kumral et al., 2005). Por otro lado hay que fijar un umbral térmico, ya que éste difiere entre autores y entre zonas de estudio. Es esperable que sea distinto para cada una de las generaciones y dentro de ellas para las distintas fases (huevo, larva, pupa y adulto), como se deduce de los estudios de Shehata et al. (2003). En el caso del psyllido Euphyllura phillyrea, plaga del olivo, este punto de inicio está fijado en el momento de la floración (Kumral et al., 2008).
El uso de las integrales térmicas junto a modelos de fenología del cultivo sí aparece eficaz en la predicción de las generaciones antófaga y carpófaga en Turquía (Kumral et al., 2005), que son por otra parte las más dañinas. En campos próximos los datos meteorológicos son empleados en la predicción de la producción del olivar. Así Ribeiro et al. (2008) calculan un índice empleando el número de días de lluvia en octubre con temperatura media entre 15 y 25 ºC, que junto a datos de producción polínica y contenido de agua del suelo permiten una predicción fiable de la producción en olivares del norte de Portugal.
Es necesario comentar el hecho de la distorsión existente entre los datos tomados en una estación meteorológica y los realmente existentes en el cultivo, donde se da un microclima debido a fenómenos de barrera al viento, menor insolación y mayor duración de la humectación. Tan sólo entre las dos estaciones meteorológicas separadas por seis kilómetros y 94 m de altura existe una diferencia de entre el 7 y el 9 % en los registros de temperatura a lo largo del año, a favor de la estación más meridional y de menor altura. Por ello el uso de este tipo de datos introduce errores en los cálculos, que serán menores cuanto más próxima esté la estación al cultivo.
Los años meteorológicos han sido diferentes, variando en sus extremos entre un año más seco (2005) y otro más frío (2007). Sin embargo las poblaciones de prays presentan valores no muy diferentes, salvo en 2008. Ello está relacionado con el potencial biológico de la especie, que se traduce en su presencia en condiciones ambientales tan diferentes y variables.
La incidencia del prays es distinta en las diferentes variedades de olivo (Ramos et al., 1990; Aldebis et al, 2004). En este estudio sólo se han empleado dos variedades, manzanilla y cornicabra, las más habituales en la zona, no habiendo diferencias significativas entre ellas.
El seguimiento a lo largo de 5 años de las poblaciones de prays ha mostrado su escasa incidencia en la zona de estudio en cuanto a presencia de adultos y a daños ocasionados. Sin embargo la extensión del cultivo en zonas próximas puede hacer cambiar la situación, extremo que es conveniente vigilar con sucesivos estudios. En este sentido sería necesario fijar un umbral de tratamiento, adaptado a las variedades y al destino de la aceituna. Este umbral debe tener en cuenta no sólo los adultos capturados sino el porcentaje de huevos fértiles (Herz et al., 2005).
Por lo visto anteriormente el desarrollo de la plaga está condicionado por la climatología y el estado fenológico del cultivo. El conocimiento de la conjunción de estos factores puede posibilitar previsiones más certeras sobre ataques futuros y momentos de tratamiento. La aplicación de un Programa de Control Integrado en el olivar respecto al prays debe tener en cuenta, entre otros factores, la correcta monitorización de adultos, la facilitación de los enemigos naturales mediante el mantenimiento de la vegetación adventicia, la minimización del uso de insecticidas, las posibilidades de disrupción sexual mediante feromonas, la liberación masiva de especies locales de Trichogramma y el uso de Bacillus thuringiensis (Herz, et al., 2005).
5. REFERENCIAS.
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I. Armendáriz*, A. Pérez-Sanz, E. Aparicio y J. Nicolás
Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León. Dpto. de Hortofruticultura
* Apoyado por el Fondo Social Europeo a través de la Convocatoria del Sistema INIA-CCAA.