El tomate es una planta dicotiledónea perteneciente a la familia de las solanáceas cuyo nombre científico es Solanum lycopersicum. Se desarrolla bien en un amplio rango de latitudes, tipos de suelos, temperaturas y métodos de cultivo, y es moderadamente tolerante a la salinidad.
Es una planta perenne de porte arbustivo que puede desarrollarse de forma rastrera, semierecta o erecta. Por su hábito de crecimiento, las variedades de tomate pueden ser:
- De crecimiento indeterminado, el tallo producido a partir de la penúltima yema empuja a la inflorescencia terminal hacia afuera, de tal manera que el tallo lateral parece continuación del tallo principal que le dio origen. Estos cultivares son ideales para establecer plantaciones en invernadero.
- De crecimiento determinado, en estas variedades las ramas laterales son de crecimiento limitado, y la producción se obtiene en un periodo relativamente corto. Esta característica es muy importante porque permite concentrar la cosecha en un periodo determinado.
La ramificación es generalmente simpodial y las hojas son compuestas e imparipinnadas con 7 a 9 foliolos disponiéndose de forma alternativa en el tallo.
Las flores se agrupan en inflorescencias de tipo racemoso (dicasio) en grupos de 4 a 12 flores. La primera flor se forma en la yema apical y las demás se disponen lateralmente por debajo de la primera, alrededor del eje principal. La flor se une al eje floral por medio de un pedicelo articulado que contiene la zona de abscisión.
El fruto es una baya de forma globular, ovoide o aplastado, cuyo peso oscila, según variedades, entre 5 y 500 g. Está constituido por el pericarpio, el tejido placentario y las semillas. Puede recolectarse separándolo por la zona de abscisión del pedicelo, separase por la zona peduncular de unión al fruto, o bien, en racimo.
El sistema radical del tomate está constituido por: la raíz principal (corta y débil), de la cual surgen las raíces secundarias (numerosas y potentes) y de éstas las adventicias. Las raíces, generalmente se extiende superficialmente sobre un diámetro de 1,5 m y alcanza más de 0,5 m de profundidad; sin embargo, el 70% de las raíces se localizan a menos de 20 cm de la superficie.
En general, la temperatura óptima de desarrollo oscila entre 20 y 30 ˚C durante el día y entre 12 y 17 ˚C durante la noche. Temperaturas superiores a los 35 ˚C afectan a la fructificación e inferiores a 12 ˚C originan problemas en el desarrollo de la planta.
La humedad relativa óptima se encuentra entre un 60% y un 80%. Humedades relativas muy elevadas favorecen el desarrollo de enfermedades aéreas y de suelo, agrietamientos en los frutos y dificultan la fecundación. Humedades relativas bajas dificultan la fijación del polen al estigma de la flor.
La plantación de tomate en invernadero se lleva a cabo con plántulas procedentes de semilleros. La época de plantación depende principalmente de factores tales como la temperatura, la humedad y la variedad cultivada.
El trasplante al terreno definitivo tiene lugar a los 30-35 días de la siembra en semillero, cuando la planta tiene 3 hojas verdaderas y un sistema radicular bien formado en el cepellón.
Para el trasplante (que se realizará evitando las horas de máximo calor), se abren los hoyos y una vez colocado el cepellón se cubre de tierra y se da un riego que afiance las plantas y facilite su arraigo. El marco de plantación, se establece en función del porte de la planta que dependerá de la variedad comercial cultivada. En general, la distancia entre líneas es de 1,5 m y entre plantas de 0,5 m, aunque cuando se trata de plantas de porte medio es común aumentar la densidad de plantación a 2 plantas por metro cuadrado con marcos de 1 m x 0,5 m.
La planta de tomate prefiere suelos sueltos de textura silíceo-arcillosa y ricos en materia orgánica y cuyo pH oscile entre 5 y 7, aunque, no obstante, se desarrolla perfectamente en suelos arcillosos enarenados.
En cuanto al pH, los suelos pueden ser desde ligeramente ácidos hasta ligeramente alcalinos. Es la especie cultivada en invernadero que mejor tolera las condiciones de salinidad tanto del suelo como del agua de riego.
En cultivo protegido de tomate, el aporte de agua y gran parte de los nutrientes se realiza de forma generalizada mediante riego por goteo y va ser función del estado fenólogico de la planta. Una vez arraigada la planta y hasta el cuajado de los primeros frutos, los riegos se distanciarán el máximo posible, con el fin de favorecer la exploración del suelo en profundidad por el sistema radicular.
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